Tras un mes de mucho fútbol, llega la resaca de un Mundial repleto de sorpresas. Nos vemos dentro de cuatro años

El Mundial del cambio, el Mundial de las despedidas, el Mundial de las sorpresas. Llámenlo como quieran. Lo que está claro es que será un Mundial inolvidable. No solo porque España se ha alzado campeona, sino porque nunca el mundo había podido disfrutar del fútbol femenino de tal manera. Aquellos que consideraban este rincón del balompié como algo impracticable, han visto como la belleza del fútbol no entendía de género. Y es que los Mundiales siempre son especiales. Un mes donde el balón se convierte en el centro de atención. Atrapados en el tiempo, pasan las semanas, pero en la televisión el fútbol no se acaba. Todo ello sin darse uno cuenta de que las rondas avanzan hasta llegar a los últimos noventa minutos. Es allí cuando toca reflexionar sobre la intensidad de lo vivido. Misma sensación de la resaca post fiesta. Ha sido bonito mientras ha durado.

A eso se le conoce como Mundial. Pero la era moderna ha transformado el deporte rey en un producto. La Copa del Mundo no dejará de ilusionar, pero en estos tiempos la esencia lucha contra el fajo de billetes. Una pelea prácticamente perdida. Pocos reductos quedan de ese futbol de antaño. La pasión no ha desaparecido, muchos todavía la conservamos, pero el sentimiento colectivo parece algo artificial. Menuda contradicción. Pero eso solo se entiende si viajamos meses atrás, donde la locura de Argentina, tan natural y tan necesaria, venía precedida de un torneo manchado por el dinero árabe. Algo que el futbol femenino no puede ni envidiar. Y es que mientras en una parte del Mundo sobraba, en la otra todavía alzaban la voz en busca de reivindicación. Y así nos lo ha mostrado el Mundial de Australia y Nueva Zelanda.

Porque si todavía quedaban dudas, todas ellas las han disipado. Que si el producto no vende, que si el nivel es muy bajo. Habladurías. Las cifras hablan por sí solas. También lo hace su fútbol. 32 selecciones participantes que nos han hecho disfrutar de un mes apasionante. Un mes que no se olvidará fácilmente. Lejos queda ya la edición de 2019. La que ganó Estados Unidos para coronarse por segunda vez consecutiva. Cuatro años más tarde, el fútbol femenino ha dado pasos gigantes para regalarnos el mejor Mundial de la historia. O al menos esa es la sensación todavía en caliente. Y es que nada servían los pronósticos. Nadie esperaba lo que ha sucedido a lo largo de estas últimas semanas. Eliminaciones sorprendentes, gestas históricas, y nuevos récords por batir.

La elección del país anfitrión dejaba sus dudas. No de la misma forma que en Rusia o Qatar, sino que en clave horaria. A más de catorce mil quilómetros del continente europeo, el mismo que el pasado verano elevó el fútbol femenino a otro nivel, aparecía el miedo por no poderlo disfrutar de la misma forma. El dilema televisivo en el aire, la situación económica de muchas selecciones, los varios escándalos sexuales y las lesiones de gravedad de futbolistas llamadas a ser estrellas hacían del Mundial un caldo de cultivo para el fracaso. Pero a la que el balón echó a rodar todo cambió. Las 42.137 del Eden Park endulzaron un debut con récord en Nueva Zelanda. Nada podía empezar mejor. No solo eso, primera sorpresa. Noruega caía ante las anfitrionas. Y no fue la única de la primera jornada.

Nigeria empatando a Canadá, Haití haciendo sufrir a Inglaterra, Jamaica sorprendiendo ante Francia y Suecia ganando en el último minuto ante Sudáfrica. Buen arranque. Pero quedaba mucho por delante. Una semana después era Países Bajos quien le arrancaba un punto a las vigentes campeonas, mientras Nigeria y Sudáfrica ponían al continente olvidado una vez más en el mapa. En otro orden de las cosas, España y Japón llegaba a la última jornada con un duelo de lo más interesante, a la vez que Suecia vapuleaba a una Italia que prometía mucho más. No solo eso, el buen juego de la ‘Canarinha’ se veía opacado por la efectividad del cuadro de Hervé Renard, que también se apuntaba entre las favoritas. Antes de la hora de la verdad, Colombia se apuntaba a la fiesta con un triunfo sideral ante Alemania. Mucho fútbol y una última jornada con todo por decidir.

Momento para las verdaderas sorpresas. De la redención de Noruega a la caída de España. La eliminación de Canadá para el pase de Australia. El empate de Estados Unidos que precedía el desastre. La gesta de Sudáfrica para hacer historia en el último instante. El adiós a la sonrisa de Brasil y la bienvenida del reggae. La victoria de Marruecos ante Colombia y el desastre de Alemania. Una fase de grupos intensa, muchas protagonistas y la recta final. De treinta y dos combinados a dieciséis. Si ya estábamos disfrutando como nunca, aún faltaba la hora de la verdad. Ese momento en el que la gloria o el llanto se encontraban a noventa minutos. A veces un pocos más, que es todavía peor.

Así fue como sucedió para Estados Unidos. Tanda de penaltis agónica para que Suecia desbancara a un equipo hegemónico. También estuvo al borde del colapso Inglaterra, pero finalmente la experiencia se impuso ante una combativa Nigeria. Mientras, Australia seguía avanzando en su Mundial, y Colombia se confirmaba como revelación. Próxima parada, cuartos de final, para ver de nuevo como los once metros dejaban fuera a una Francia que hasta entonces se había mostrado poderosa. De nuevo Australia ganando delante de los suyos. También sorprendió España, con una victoria en la prórroga ante Países Bajos. La final estaba cerca.

Dos partidos y cuatro candidatas. España, Suecia, Australia o Inglaterra. Dominio europeo, pero con Oceanía muy presente. Sin nada que perder y con mucho que ganar, España volvía a ser mejor para hacer historia. También lo logró Inglaterra. Suecas y australianas por el tercer puesto, el partido que nunca hubieran querido jugar. A veinticuatro horas del día más esperado, las escandinavas tocaban bronce ante la decepción local. Solo faltaba la mañana de fútbol que obnubilaría al mundo. Allí la Selección Española se encargó de jugar a fútbol, aquel al que nos tenía acostumbrado, para volver a 2010 y coronarse con su primera estrella. Quien lo hubiese dicho un mes antes con tanto revuelo. Seguramente la gran sorpresa.

Porque así ha sido el Mundial. Fiel al fútbol y a su azar. Lo hemos disfrutado como nunca, aunque también hemos sufrido. Por Megan, por Marta o por Sinclair. Leyendas que decían adiós antes de tiempo para dar paso a nuevas referentes. Aitana, Sam Kerr o Fridolina Rolfö. Las encargadas a elevar el fútbol femenino a una nueva dimensión. Y es que todavía quedan pasos por hacer, pero en un año estas mujeres han dominado Europa, África, América y Asia para hacerlo hoy a lo grande. Porque ha sido maravilloso. Por las cifras en los estadios, por todos los goles, por las sonrisas y las lágrimas. Porque vivir el futbol a flor de piel lo hace más cercano por muy lejos que esté la acción. Es el futbol de verdad. Ahora, a beber agua para la resaca.

Imágenes de Getty Images.