Japón a la conquista del mundo

Clasificadas a cuartos de final en Japón sueñan con volver a conquistar el mundo tal y como lograron en 2011
Eran las ocho y quince minutos de la mañana del 6 de agosto de 1945 cuando un impacto de 4.000 grados centígrados, equivalente a 13 toneladas de TNT, arrasaría con una ciudad entera. La primera bomba atómica, llamada Little Boy, caería sobre Hiroshima causando 70.000 muertes. Tres días después, Nagasaki recibiría el mismo golpe con el impacto de una segunda bomba nuclear. Dos hechos que pusieron fin al papel de Japón en la Segunda Guerra Mundial, firmando su rendición el 2 de setiembre. 78 años después de la catástrofe, las sombras no han desaparecido, pero el país nipón, que en su día quiso ser el más grande de Asia, conquista el mundo a través del fútbol. Las ‘Nadeshiko’ dominan en un Mundial donde las grandes potencias se encuentran en horas bajas. Clasificadas a cuartos, el recuerdo del 2011 sigue vigente.

La gran pantalla ha vuelto a poner bajo el foco uno de los grandes dilemas morales y éticos. El mismo que tuvo Robert Oppenheimer, llamado el padre de la bomba atómica, tras la detonación de sus dos creaciones. La película dirigida por Christopher Nolan, narra la historia del ‘Proyecto Manhattan’ y cómo Estados Unidos acabó usando un arma de destrucción masiva que cambiaría el mundo por completo. Oppenheimer, físico de origen judío, se encargó de liderar un proyecto que tenía como objetivo principal la obtención de la bomba nuclear antes que los alemanes. Sin embargo, ante su rendición y el gran apoyo económico por parte del estado estadounidense, el resultado de las pruebas en ‘Los Álamos’ terminaron por crear dos auténticos monstruos: Little Boy y Fat Man. Japón, que aún seguía luchando en el Pacífico, fue el objetivo con tal de detener el conflicto de forma definitiva.
La teoría del ‘mal menor’. Con un poder tan inmenso como el de dos bombas nucleares, Estados Unidos lo tenía claro. Detonarlas para así evitar más muertes. Cuando Oppenheimer vio las consecuencias de lo ocurrido en Hiroshima y en Nagasaki, el orgullo por lo logrado se convirtió en culpa. “Tengo las manos manchadas de sangre” llegó a decirle al presidente Harry S. Truman. Pero si hubiesen sabido que Japón estaba al borde de la rendición, quizá todo hubiese sido distinto. El país nipón sería ocupado entonces por Estados Unidos. De la mano del generar Douglas MacArthur, Japón se recuperó económica y emocionalmente. La herida sobre el orgullo japonés empezó a cerrarse mientras se instauraban elecciones libres, la mujer se emancipaba y el feudalismo daba pasos atrás. Siempre respetando la cultura y la figura de Hirtohito, el venerado emperador.


El inicio al Japón de nuestros días. La guerra cambió la mentalidad de los japoneses y convirtió al país en una potencia silenciosa. Modernidad y tradición se entrelazan. Una de las sociedades más avanzadas en términos tecnológicos junto a una cultura milenaria. El frenesí de las ciudades contrasta con los templos y los jardines perdidos entre montañas. Porque Japón parece de otro mundo, y lo de ‘Lost in translation’ no era ninguna exageración. Pero no nos alejemos más del fútbol. Esta potencia asiática nos hizo creer en el fútbol con Oliver y Benji e Inazuma Eleven. Tiros y habilidades imposibles para ilusionarse en las pistas del colegio. Ahora pero, nos deleita con el talento de Kaouru Mitoma, Take Kubo, Jun Endo y Hinata Miyazawa. Una nueva generación que quiere conquistar el mundo.
Lo lograron hace doce años. Era marzo de 2011, y un terremoto de nueve grados de magnitud en la escala Ritcher provocó un tsunami que arrasó en la región de Tohoku, al noreste de Japón. Más de 18.000 personas perdieron la vida en el mayor desastre natural de la historia del país. Fukushima, la central nuclear, quedó devastada. Faltaban apenas meses para que las ‘Nadeshiko’ participaran en su sexto Mundial. Hasta ese momento las niponas solo habían superado en una ocasión la barrera de la fase de grupos. La desolación se había adueñado de un país quebrado, sin energía eléctrica y en plena crisis. Pero el futbol sirvió como rayo de esperanza. Y eso que el fútbol femenino no lograba cautivar ni a aficionados ni a la prensa. Pero lejos de desmoralizarse, las japonesas viajaron a Alemania con el objetivo de portar con orgullo el nombre de su país a lo más alto.


‘Nadeshiko’ es el apodo que recibe la selección femenina de Japón. Procede del nombre de un clavel rosa y hace referencia al epítome de la pureza y belleza de la mujer japonesa. Así lo demostraron en Alemania. Tras pasar de fase de grupos, superaron a las anfitrionas y a Suecia para plantarse a la final, donde las esperaba la todopoderosa Estados Unidos. La misma que había lanzado dos bombas nucleares. Pero en Japón no se lo tomaron como una venganza particular, sino como la mejor ocasión para devolverle la sonrisa a su país. Y eso que de sus 25 enfrentamientos, nunca habían ganado a las estadounidenses. Esa vez, el sentimiento y el coraje se interpusieron, y tras llegar 2-2 al final de la prórroga, el destino lo decidiría la tanda de penaltis.
Al ritmo de tiki-taka, las japonesas desafiaron a Estados Unidos, y finalmente, el gol de Saki Kumagai desde los once metros decantó la balanza a su favor. Estallido en júbilo para las heroínas. El punto de inflexión para el fútbol femenino, que un año después se colgaría la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres. En 2015 volverían a la final, pero Estados Unidos se tomó la revancha. No tuvieron la misma suerte en 2019, quedándose en octavos. Pero este año, y tras el gran papel de sus homólogos masculinos en Qatar, las ‘Nadeshiko’ ya esperan rival en cuartos de final. Han demostrado eficacia e ideas claras, y con pleno en la fase de grupos, eliminaron a Noruega. Nombres como el de Hinata Miyazawa, Jun Endo, Risa Shimizu y Yui Hasegawa lideran a una Japón que sueña otra vez en ese 2011.


La historia de Japón no se entiende sin el amargo recuerdo de lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki, pero tampoco sin la resiliencia de sus habitantes. La misma que demostraron las ‘Nadeshiko’ cuando en 2011 ocuparon un lugar que nos les pertenecía, pero que se habían ganado con todos los honores. Los desastres aún siguen en el imaginario japonés. Pero también se mantiene la esperanza. Japón ya ha despertado de la pesadilla de 1945, y el cine y la banda sonora de Ludwig Göransson solo han hecho que recordarnos lo curdo que es el mundo. Pero también tiene momentos especiales. Y en Japón viven en uno de ellos. Con su selección en un gran estado de forma y a tres partidos de volver a vivir el sueño. Sin pesadilla alguna que pueda desbaratarlo.