Hannah Wilkinson en el jardín del Edén

Nueva Zelanda abre el Mundial con un triunfo histórico gracias al gol de la leyenda Hannah Wilkinson
“Y Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso ahí al hombre que había formado”. Descrito como un parque en que toda especie vegetal hacía del paisaje un lugar bello y fructífero, el Edén es el lugar donde según el relato bíblico, Dios puso al hombre después de crearlo a partir del barro. Allí Adán y Eva fueron expulsados por su desobediencia al comerse el fruto prohibido. Desde luego, si lo hubiese hecho Hannah Wilkinson, quizá se lo hubiese pensado mejor. Porque con sus 1,77 metros de altura y su corpulencia física, que recuerda un tanto a su homólogo Chris Wood, Wilkinson se ha colado en el jardín del Edén para cambiar la historia de Nueva Zelanda.
Cinco participaciones, quince partidos, y un balance de tres empates y doce derrotas. Hasta hace unas horas en Nueva Zelanda no sabían lo que era celebrar un triunfo en el torneo mundialista. Una espina clavada que se ha convertido en la mejor forma de debutar. Siendo anfitrionas, con un récord de aficionados nacional y el gol de una leyenda. Porque el combinado de las Football Ferns (en inglés la hoja de helecho que representa el escudo neozelandés) ha dado la sorpresa venciendo por la mínima a una Noruega que llegaba con su once de gala. El Eden Park ha sido testigo de un tanto histórico junto a los 42.137 aficionados – rozando el lleno – que han acudido al estreno de su selección.


Pero no adelantemos acontecimientos. Con una previa un tanto agitada tras un tiroteo en la ciudad de Auckland, muy cerca de donde se concentraban las noruegas, llegaba el espectáculo inaugural. Breve pero intenso, dejando imágenes reivindicativas, con el fútbol de fondo, y la cultura oceánica como protagonista. Un mural de colores y pirotécnica para iluminar el inicio de un Mundial que se supone histórico. Allí estaban Nueva Zelanda y Noruega abriendo el telón. Dos rivales a priori muy distintos en cuanto a nivel, pero también anímicamente. Las anfitrionas, arropadas por su público, y las noruegas, con la decepción del pasado verano todavía en la mente.
Motivos para no perderse el partido había. A todo ello tocaba sumarle la presencia de Ada Hegerberg a una Copa del Mundo después de perderse el anterior por su boicot a la federación noruega ante las diferencias salariales respecto al equipo masculino. Precisamente delante se enfrentaría a una selección que en 2018 fue el segundo en comprometerse por el ‘Equal Pay’. Y es que junto al regreso de Ada, el combinado de Hege Riise no estaba exento de estrellas. Caroline Graham, Engen, Blakstad y Reiten la arropaban en la zona ofensiva. No obstante, en Nueva Zelanda no conocen el miedo. Con mucho que ganar y sin nada que perder, las kiwis desataron la locura en el ‘Edén’ Park.
“Juguemos contra quien juguemos, Nueva Zelanda es un equipo que va a salir a ganar”. Así lo aseguró Jitka Klimková en una entrevista para la FIFA. Una afirmación que nada más empezar el encuentro se plasmó sobre el césped. La intensidad de las neozelandesas dejó aturdida a una Noruega que parecia no haber saltado al campo. Las transicionas rapidas buscando a su referencia, Hannah Wilkinson, rompían a una defensa cada vez más descompuesta. Mientras tanto los balones no llegaban a una Hegerberg en tierra de nadie. Delante de Noruega existía un muro infranqueable. El desastre estaba por venir. Los fantasmas de ese equipo que cayó estrepitosamente ante Inglaterra y no consiguió vencer a Austria reaparecían. Esta vez con una Nueva Zelanda que veía como el césped del Eden Park se convertía en paraíso para romper con la maldición.

Dicho y hecho. De un saque de puerta apareció la oportunidad. Tres toques y un remate de Hannah Wilkinson para adelantarse. Tercer gol en un Mundial de la máxima artillera de la selección nacional. Un estallido en las gradas y en el banquillo ante lo que podría ser definitivo. Noruega no supo reaccionar al tanto, e incluso la sentencia estuvo por llegar desde el punto fatídico, pero Percival perdonó con un remate al larguero. Los nueve minutos de descuento se hicieron largos, pero las de Klimková sufrieron y certificaron el triunfo. Las lágrimas de su capitana, Ali Riley, fueron más que suficientes. Lo que significa ganar en un Mundial, lo que significa hacerlo en casa, y lograrlo por primera vez en cinco ediciones. Nueva Zelanda ya ha ganado, pero después de su gran noche venciendo al rival a priori más complicado del grupo, nada parece imposible.
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